lunes, 1 de abril de 2013

Como el perro del hortelano


TEODORO: Cierto que vuseñoría
perdóneme si me atrevo-
tiene en el jüicio a veces,
que no en el entendimiento,
mil lúcidos intervalos.
¿Para qué puede ser bueno
haberme dado esperanzas
que en tal estado me han puesto,
pues del peso de mis dichas
caí, como sabe, enfermo
casi un mes en una cama.
Luego, ¿qué tratamos de esto
si cuando ve que me enfrío
se abrasa de vivo fuego,
y cuando ve que me abraso
se hiela de puro hielo?
Dejárame con Marcela.
Mas viénele bien el cuento
del perro del hortelano.
No quiere, abrasada en celos,
que me case con Marcela;
y en viendo que no la quiero,
vuelve a quitarme el jüicio,
y a despertarme si duermo.
Pues coma o deje comer;
porque yo no me sustento
de esperanzas tan cansadas;
que si no, desde aquí vuelvo
a querer donde me quieren.
DIANA: Eso no, Teodoro: advierto
que Marcela no ha de ser.
En otro cualquier sujeto
pon los ojos; que en Marcela
no hay remedio.
TEODORO: ¿No hay remedio?
Pues, ¿quiere vuseñoría
que, si me quiere y la quiero,
ande a probar voluntades?
¿Tengo yo de tener puesto,
adonde no tengo gusto,
mi gusto por el ajeno?
Yo adoro a Marcela, y ella
me adora, y es muy honesto
este amor.
DIANA: ¡Pícaro, infame!
Haré yo que os maten luego.
TEODORO: ¿Qué hace vuseñoría?
DIANA: Daros, por sucio y grosero,
estos bofetones.

Diálogo de Teodoro y Diana, acto III

[DIANA habla ] a TEODORO
 DIANA: Oye aquí aparte.
 TEODORO: Aquí estoy a tu servicio.
 DIANA: Teodoro, tú te partes, yo te adoro.
 TEODORO: Por tus crueldades me voy.
 DIANA: Soy quien sabes;¿qué he de hacer?
 TEODORO:¿Lloras?
 DIANA: No; que me ha caído algo en los ojos.
 TEODORO:¿Si ha sido amor? 
DIANA: Sí debe de ser; pero mucho antes cayó, y agora salir querría.
 TEODORO: Yo me voy, señora mía; yo me voy, el alma no.
Sin ella tengo de ir; no hago al serviros falta, porque hermosura tan alta con almas se ha de servir. ¿Qué me mandáis? Porque yo soy vuestro.
 DIANA:¡Qué triste día!
 TEODORO: Yo me voy, señora mía; yo me voy, el alma no.
 DIANA:¿Lloras?
 TEODORO: No; que me ha caído algo, como a ti, en los ojos.
 DIANA: Deben de ser mis enojos.
 TEODORO: Eso debe de haber sido.
 DIANA: Mil niñerías te he dado, que en un baúl hallarás; perdona, no pude más. Si le abrieres, ten cuidado de decir, como a despojos de vitoria tan tirana, «Aquéstos puso Dïana con lágrimas de sus ojos.»

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