¿QUÉ ES?, ¿CÓMO? Y ¿POR QUÉ NOS AFECTA?.
El desamor o el mal de amores como lo identifica la doctora en Sociología Ángeles Rubio, puede causar problemas físicos derivados del estrés y la ansiedad y graves trastornos psicológicos, llegando a estados depresivos, incluso la persona abandonada puede manifestar ideas suicidas. Y cuando enfermamos por amor, nos estamos dejando llevar por las sensaciones negativas que produce el desamor, nos controlan hasta el punto de poder volvernos esclavos o dependientes, por lo que de un proceso normal de duelo ante la pérdida del ser amado, pasamos a un proceso patológico que conlleva a una depresión mayor que debe ser tratada por un especialista.
Tres de las causas que promueven estos estados negativos (patológicos o normales) cuando aparece el desamor son:
- La ruptura de una relación se entiende como un fracaso personal y social.
- El desamor conlleva los mismos patrones que un estado de duelo por la muerte de alguien querido.
- El desamor conlleva los mismos patrones biológicos que la sensación de abandono en el bebé por parte de su vinculo afectivo (la madre).
Vamos a entender el desamor como la ruptura de una relación que puede suceder en la mayoría de casos de manera unilateral, es decir un miembro de la pareja desea poner fin mientras el otro aun quiere mantener la relación, o bilateral, cuando son ambos miembros los que descubren que su historia de amor no puede continuar pero el sufrimiento ocasionado es intenso. En ambos casos el proceso es doloroso, pero cuando la ruptura es unilateral, conlleva peores estados emocionales y físicos para ambos, pues un miembro se siente abandonado y el otro poseerá sentimientos de culpa y quizás ambos mantendrán una sensación de fracaso.
Fracaso individual y social
Y es que la ruptura amorosa y el desamor se entienden en nuestra sociedad occidental como un fracaso tanto individual, pues hemos fallado a la hora de establecer una relación comprometida y duradera (esta idea suele castigar mucho a las parejas , tanto la que abandona como la abandonada, pues dejan de sentirse competentes para mantener relaciones estables futuras), como un fracaso social, pues de cara a los demás cuando una pareja naufraga se entiende como un cataclismo triste donde ambos miembros de la relación no han sabido llevar las riendas de su matrimonio. Pero a veces abandonar una relación es un hecho valiente y responsable, un acontecimiento positivo y entonces el fracaso real solo está, como afirma el Psicólogo especialista en Psicología Clínica, Xavier Serrano Hortelano:“en la cobardía de no asumir la soledad coherente, la realidad, que implica el dejar que la otra persona viva libremente y pueda seguir creciendo porque una relación se crea y se mantiene cuando es mutuo el deseo de entregarse a ella”.Por lo que una ruptura no ha de entenderse como un fracaso, sino como una vivencia de nuestra existencia, necesaria para nuestro crecimiento personal, dimos y recibimos y es hora de continuar la vida por otros senderos. La ruptura no es un fracaso, sino un cambio que se ha vuelto necesario.
Sensación de pérdida por fallecimiento
Por otro lado, el fin de la relación se vive como idea de muerte, de fin de un proceso que acaba de forma terrible, pues según Xavier Serrano, conectamos de una forma u otra con el miedo a nuestra propia muerte, pues el enlace amoroso es fusional psicológicamente hablando y al desaparecer el amado, una parte de nosotros queda vacía, teniendo la sensación de perder la propia sensación de vivir y al desaparecer el sentido de realidad la persona puede caer en un estado de depresión y se acentúa si la relación estaba marcada por la dependencia, pues esta empeora exponencialmente cualquier separación y más si esta separación conlleva un “para siempre”. Por lo que es importante entender la separación como un proceso soportable que aporta beneficios, como dice el profesor de Psiquiatría y Psicología Médica Willy Pasini: “Desde el punto de vista psicológico los divorcios como las peleas, están relacionados con la capacidad de experimentar el duelo y la separación como pérdidas parciales, soportables”. Cuando la persona amada ya no nos desea, sentimos que la relación muere junto con nuestra pareja, por lo que pasamos un proceso de duelo y para que este no se cronifique tenemos que entender el proceso como soportable y el fin de la relación como algo positivo para nuestro futuro.
Por ello podemos comparar el fin de una relación con la sensación de pérdida por fallecimiento de un ser querido. Para la psiquiatra Elisabeth Kúbler-Ross lo primero que desaparece cuando muere alguien querido, es el compromiso adquirido con esta persona, las expectativas de futuro que ambos tenían, lo segundo que desaparece es la intimidad, el poder estar cerca del amado, cara con cara, mirada frente a mirada, también se esfuman los cuidados recíprocos, velar por la salud física y psicológica del otro y se pierde la influencia mutua que mantienen las dos personas, esto ocurre ante la muerte de un ser querido y como estamos comprobando, al finalizar una relación.
Asunción de la crisis
Y el desamor suele provenir de continuas desavenencias o de una crisis catastrófica incentivada por un cambio de valores individuales, cuestiones laborales o familiares, infidelidad o celos y en definitiva por cualquiera de los factores tóxicos que pueden contaminar una relación, pues como Serrano indica: “la pareja es un sistema vivo” y como tal fluctúa, cambia y se transforma con el paso del tiempo y cuando llega el desamor puede aparecer de forma violenta e imprevista, pues no nos dimos cuenta de lo que ocurría a nuestro alrededor, por falta de comunicación y alejamiento psicológico y físico o ambos ser conscientes de que la relación se apagaba irremediablemente, pero lo que ha de quedar claro es que el problema siempre es de dos, pues tanto las alegrías como las tristezas son compartidas y ambos son corresponsables, casi nunca es unilateral, no suele haber un perdedor y un ganador, una víctima y un culpable, sino dos personas que se enfrentan por igual a una ruptura.
Entonces llega el momento de asumir la crisis. Cuando la pareja decide acabar la relación de mutuo acuerdo, los desajuste y desavenencias suelen ser menores, pues se establece una especie de pacto en la que ambos están de acuerdo, pero en la mayoría de casos, esta decisión suele ser unilateral, es decir solamente un miembro de la pareja desea terminar la relación y el otro queda abatido y desolado y en este caso los dos miembros sufren, puesto que el que deja suele albergar sentimientos de culpa, vergüenza y sensación de fracaso, por lo que lo importante es intentar conseguir un acuerdo que dependerá en gran medida de la tolerancia, de la capacidad psíquica y de adaptación de ambos miembros y sobretodo de la persona dejada, pues esta, en un acto pueril, puede ejercer su rol de victima haciendo sentir al otro culpable, provocando el disturbio, ya que no se resigna a perder al amado, pues no entiende que su pareja no desea hacerle mal (en la mayoría de los casos) solo que está pasando por un proceso de cambio que el miembro dejado debe entender y aceptar por y para el bien de ambos, como afirma Serrano: “En el momento en que una de las dos personas no quiere, se acaba el sistema o se entra en un sufrimiento, que curiosamente es compartido, que es lo contrario de lo que en un inicio los unió. Si les unió un amor compartido ahora les une el sufrimiento compartido”. Por lo que ambos son siempre responsables de todo lo que ocurre en la pareja, desde cuando esta se forma hasta, por supuesto, cuando esta termina. Casi nunca hay un único culpable.
Biología del desamor
Y nos queda una última cuestión que subrayar en cuanto al desamor en los seres humanos y es intentar responder a la pregunta de por qué el ser humano siente desamor cuando es abandonado por su pareja. Para hallar una respuesta satisfactoria vamos a recurrir aEduardo Punset y a las investigaciones llevadas a cabo por él, recogidas en su libro: “El Viaje al Amor (2007)”.
Las investigaciones científicas sobre el desamor han descubierto que cuando este ocurre, en nuestro cerebro acontecen una serie de cambios: el hipotálamo segrega una hormona liberadora de corticotropina (CRH) considerada esta como la molécula del miedo, y esta hormona produce a su vez la hormona (ACTH), esta llega a las glándulas suprarrenales y las estimulan para que liberen cortisol, que es la hormona del estrés. Con lo que el desamor desata como mínimo dos estados en el ser humano, miedo y estrés.
Las investigaciones de Punset indican que la clave del desamor está en la infancia. Pues se ha descubierto que hay una gran semejanza entre la ansiedad de la separación de los niños (de la madre) y el desamor en los adultos, según el autor: “El rechazo de la pareja o el desamor evocan los primitivos y poderosos sentimientos infantiles azuzados por el alejamiento de los seres queridos”. Parece que nacemos con mecanismos innatos programados para establecer fuertes vínculos afectivos, que en un primer momento la protagonista de este vínculo será la madre y de adultos, la pareja escogida. Y cuando estos vínculos se rompen por un desamor suena la señal de alarma fisiológica del miedo a la muerte y el abandono.
Esto explica que de adultos nos comportemos como niños cuando nos deja el ser querido, puesto que biológicamente no disponemos de más herramientas para hacer frente a este desamor que las que teníamos de bebés ante el abandono de la madre (mismas hormonas y mecanismos biológicos). En definitiva, los mecanismos por los que un bebé se desespera cuando es abandonado por su madre son los mismos que se activan cuando de adultos nos abandona nuestra pareja, por lo que las respuestas para hacer frente a este suceso doloroso son innatas y no han cambiado desde la infancia a la adultez, por ello todo ser humano atraviesa por esta sensación de abandono, miedo, ansiedad y tristeza cuando es víctima de un desamor y ya dependerá de otros factores (como el apoyo psicológico de amigos y familiares, etc.) cuánto tiempo durará en nosotros estas sensaciones negativas de perdida.
Por lo tanto el desamor puede explicarse biológicamente, como hemos visto, ya que el abandono comporta un estado de ansiedad, que activa el sistema de pánico, haciendo que nos sintamos frágiles y asustados, cuando nuestra pareja nos deja. Los expertos como la antropóloga H. Fisher, a esta ansiedad la han denominado: “ansiedad de separación”. Este tipo de ansiedad despierta a otro sistema: “el sistema del estrés”. La idea central de la hipótesis de Fisher y otros investigadores, es que cuando nuestro amado decide dejarnos, en nuestro organismo se disparan las mismas sustancias químicas que contribuyen a enamorarnos (activando ambos sistemas de pánico y de estrés), pero de forma aún más potente, intensificando la pasión, el miedo, la ansiedad, incentivándonos a quejarnos y protestar y a procurar con todo nuestro ánimo retener al amado. Parece que estamos preparados biológicamente para intentar retener a nuestra pareja que nos abandona. El amor, el desamor y el odio están estrechamente ligados, pues los conductos cerebrales que se activan en cada uno de los casos parecen ser los mismos.
En definitiva, parece que aun siendo adultos nos comportamos como bebés cuando somos abandonados por nuestra pareja ya que nuestro cerebro utiliza las mismas vías de respuesta ante el abandono de la madre que el desamor entre novios, con lo que podría decirse que estos mecanismos son innatos y por ello todos los seres humanos pasamos por esta fase de tristeza y desesperación.
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